Probablemente no exista algo más humillante que el hecho de que un papá o una mamá se burlen de sus hijos y que los ridiculicen sus acciones, y más, cuando ellos mismos ocasionan estas situaciones sólo para divertirse y ridiculizarlos frente a los demás.
¿A qué me refiero? A los muchos padres de nuestro país que dan de tomar a niños pequeños para que al marearse, se rían de ellos. Me refiero a que los mismos padres les pidan repetir grosrías para grabarlos dicéndolas y burlarse. Me refiero a las personas que preguntan cosas que no saben los niños para decirles que son tontos al escuchar sus inocentes respuestas.
De todo esto, me duele el corazón y sangra mi alma.
Pero ayer en una caminata, hubo algo más que me sorprendió e incluso me sacó las lágrimas. Al acercarme a una reja para hablar con los vecinos de la zona, salió corriendo, quien yo pensé era una niña peinada de trenza francesa hasta la cintura, pujama rosa con muñequitos de shorts y sin zapatos. Comencé a hablarle y mis frases la inicié con: "¡Hola nena!"
Hoy tuve la grata experiencia de participar en la feria del libro del colegio Americano de Jalapa y me encantó compartir con los alumnos de 4o, 5o y 6o de primaria, mi cuento “El Zorro, el Conejo y el Koala”, que trata de un koala que no se quiere involucrar en el maltrato que da el zorro al conejo y cómo ese maltrato trae desarmonía en el bosque de los Eucaliptos.
Así cuando después de narrarlo pregunté sobre la moraleja a todos los alumnos, ellos de forma entusiasta y levantando la mano con rapidez y gusto, uno a uno fueron dando sus opiniones con mucho acierto sobre la importancia de participar en nuestro entorno y ser mejores cada uno.
No sé si ¿realmente nos estamos dando cuenta de la enorme oportunidad que se abre con la educación en casa debido a la pandemia?
Realmente, y tras 8 meses de vivirlo y reflexionarlo, considero que es una extraordinaria oportunidad de volver a tomar control sobre los contenidos, filosofías, ideologías, creencias y pensamientos que conformarán “el disco duro” de nuestros hijos, especialmente los más pequeños.
Para recordar un poco, veníamos luchando contra algunos Cánceres sociales como: el de la ideología de género, la libertad sexual, la apertura de las drogas y la moda de desacreditarse entre compañeros por diversión o llamado frecuentemente “bullying”. Ante este panorama, los padres de familia estábamos tratando de cerrar la puerta a los “monstruos” que cambian y corrompen la mente, pues en la infancia, la mente es muy frágil y una vez que entra una idea se convierte en semilla, y el peligro está en que la semilla florezca y pueda cambiar todos los valores y la integridad de nuestros hijos.
Sin embargo, gracias a las clases en línea, al distanciamiento social, al cierre de escuelas, tenemos la ENORME oportunidad de influir de nuevo en forma positiva en nuestros hijos y su ideología, siendo nosotros quienes sembremos los valores, hábitos, pensamientos o conductas que deseamos para su formación.
Romina y Nico regresan a clases, pero no como estaban acostumbrados. La situación provocada por la llegada del Coronavirus a la vida de todos propicia que tengan que vivir la escuela desde su casa. Descubre todos los miedos y problemas a los que se enfrentan en esta nueva entrega.
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¡Por favor! Díganme que no soy la única... que no soy la única con una hija y tres sobrinos y un hijastro con el mal de vamprinos...
¿Con el mal de qué? Sí, del mal de vamprinos, es decir, que duermen todo el día y se desvelan toda la noche viendo series y haciendo nada. Ese síndrome de disociación de horarios de los adolescentes entre 13 y 18 años que son a quienes más les ha pegado la pandemia, la interminable cuarentena, las clases en línea, la falta de sociabilización y el agobio del próximo ciclo escolar que se muestra incierto y aburrido al seguir en casa.
Es la generación que más ha sufrido esta situación de acuerdo a mis cálculos, pues los Zentenials no han terminado de establecer su personalidad y por ello, la falta de contacto humano los está replegando, deprimiendo, desmotivando y bajando su nivel productivo a niveles alarmantes, lo cual vemos en las pobres calificaciones, las trampas en los exámenes y los insultos a los maestros en línea, que son un grito desesperado por mostrar su decepción y desmotivación por el mundo actual.