San Agustín dijo: “no hay tiempos tan duros que un hombre bueno no pueda vivir en ellos”… a lo que yo agregaría, sí sólo si, toma medidas duras. Es decir, ante la ola de corrupción que navega sobre las mentes de nuestros hijos para convencerlos de que el materialismo, la diversión malsana, la promiscuidad y la violencia son la conquista de la libertad y el uso de sus facultades individuales permitidas; los adultos, padres de familia, maestros y todos aquellos a quienes nos interese el mundo, requerimos tener posturas firmes y fortalecidas en argumentos para evitar que estas ideas se adentren de sus consciencias en formación.
Para ello, es necesario dejar atrás el relativismo, la permisividad y el justificar todas las cosas, tendencias que vemos crecer cada día al ser demasiado comprensivos en relación a los demás. Un asunto es la compasión, el no juzgar, el buscar el bien dentro de cada persona… y otra muy distinta, justificar sus malos comportamientos sin buscar solución. “Ser totalmente comprensivo le hace a uno indulgente”, dijo la escritora francesa Germaine de Staël, y resulta que en estos tiempos, ante la inminente ola de corrupción infantil, seguimos queriendo justificar el comportamiento humano y esperando que alguien, en vías de ser pervertido, recapacite “por consciencia” para volver al bien… Por supuesto que en la teoría, o en los rezos, sería genial que alguien elevara su consciencia así nada más, y que sin temor al castigo, a tener consecuencias o a una autoridad que pone orden, desistiera en sus conductas destructivas. Sin embargo, eso no sucede hoy. Ante miles de niños que se refugian tras una pistola para “jugar a la guerra” y obtener respeto y poder, después de hacer sido abusados, hacerlo resulta la oferta más atractiva a su alcance y la mejor opción disponible para evitar más abusos.
La raíz a arrancar, o el reto a superar, es, por supuesto, eliminar el maltrato infantil y lograr que cada niño tenga respeto, cuidados y atenciones que merece. El problema es que todos somos víctimas de víctimas y es muy complicado erradicar, en un dos por tres, la violencia aprendida que genera más violencia a quienes se procrea. El esfuerzo está puesto ahí y deberá seguir siendo el ideal pero en el inter se requieren medidas DURAS, PERSUASIVAS, LIMITANTES, EFICACES, SEVERAS Y TEMERARIAS para convencer a los menores de edad que la delincuencia no es un camino de respeto sino de destrucción… Que la cárcel y el castigo llegan a quien infringe la ley y que no es un juego dejar la espada de Star Wars por un cuerno de chivo. Hacerles saber que cuando matas y matas a alguien en el vídeo juego, estás cada vez más cerca de convencerte que no tiene nada malo matar en la vida real y que cuando un niño es maltratado necesita amor y atención, no volcarse a la violencia para evitar lo que repudia. Toda esta reflexión la he hecho, al ver la nota de la agencia de noticias Al Momento Noticias (www.almomento.mx) que DENUNCIA que cincuenta mil niños mexicanos han sido enrolados por el narco, las autodefensas y el Ejército, lo que me lleva a pensar en un ¿por qué? Y este es el resultado de mi reflexión.